Hoy en día es difícil encontrar un mundo con más repercusión que el fútbol. Aquello que dicen de que es “el deporte rey” podría ser, sin duda, una metáfora, porque podría ser el rey de la sociedad sin ningún tipo de problema. Una de las pruebas más grandes es la televisión, con espacios casi tan grandes o más que los informativos dedicados, en exclusiva, al fútbol. Quizás por eso los niños empiezan a querer jugar al fútbol tan pronto hoy en día. Como esponjas que son, adquieren todo tipo de modas y tendencias y las imitan. Incluso las celebraciones de los goles o, caso aún más extremo, las ganas de personalizar sus botas de fútbol para jugar cada domingo en su liga de barrio. Esto no es una invención: hace unos meses un amigo comentaba que su hijo de 6 años le había pedido unas botas, pero que llevasen su nombre. Había visto a Messi con su nombre en las suyas y ahora quería poner el suyo a sus pequeñas botas. La televisión, los niños y el fútbol pueden ser, en este sentido, una combinación letal.
No es casualidad que el mercado del fútbol sea uno de los que más dinero mueva. No sólo entre los niños, los adultos también gastamos un dinero importante en camisetas, detalles y otro tipo de productos de nuestros equipos de fútbol. La llegada de Zinedine Zidane al Real Madrid como técnico ha desatado una nueva tendencia en el mercado de los aficionados del club: la camiseta del entrenador, con el 5 que llevaba en su era de jugador madridista, se ha convertido en éxito de ventas. Es la obsesión por el merchandising, que en ocasiones llega incluso antes de que ocurra el evento que conmemora, como en el caso de las bufandas de José Mourinho que se vendieron en las puertas de Old Trafford, el estadio del Manchester United, cuando se rumoreó que el entrenador portugués recalaría en el banquillo de los red devils para sustituir al holandés Louis Van Gaal.
No hay duda de que, para esto y otras cosas, el fútbol es uno de los sectores más irracionales que existen en la sociedad. Incluso con las personas más racionales, el fútbol las convierte en pasionales durante 90 minutos. Sin embargo, si hablamos de gastos, bolsillo y economía, no está la cosa para demasiadas pasiones desbocadas y para alocarnos con el bolsillo. Sobre todo, si para quien hemos de rascarnos el bolsillo –como el padre que os comentaba hace unos párrafos– es nuestro hijo, a quien no podemos darle todo lo que pide, pero tampoco negárselo todo. En estos casos es importante conocer el lugar preciso. Si bien el fútbol, ya lo hemos dicho, se ha convertido en la que quizás sea la franquicia más relevante de nuestro país en la actualidad, todavía existen pequeños reductos en los que resulta más llevadero a la hora de adquirir productos para jugar o vestir fútbol.
Por norma general, los establecimientos pequeños –las franquicias de menos renombre a nivel nacional y empresarial– proporcionan un rango de precios más asequible para las mismas calidades que algunas de las grandes superficies. Además, con la irrupción del mercado de internet, que permite la compra de productos desde diversos puntos de la geografía, estas pequeñas tiendas especializadas han conseguido adquirir una relevancia un poco mayor que les permite subsistir y mantener estos precios más asequibles. Es el caso de Marian’s Sport, una pequeña tienda de Mallorca a la que accedimos para ilustrar esta información. Allí se llevan a cabo todo tipo de transacciones: camisetas, botas de fútbol, complementos e incluso las clásicas personalizaciones (nombre en las botas, serigrafía, etc.). Sin embargo, la tienda sigue ofreciendo ese aspecto de tienda más de barrio, de las de toda la vida, de confianza, que la aleja en cierto modo de la mecanización de las grandes superficies. El mercado de internet le permite, además, seguir trabajando con los mismos clientes de siempre mientras incorpora a su cartera nuevos clientes desde otros puntos de España, por ejemplo, Madrid, Bilbao (una camiseta de Aduriz parte hacia allí) y otras ciudades.
El fútbol se ha convertido en una especie de locura generalizada, pero es importante no dejarse llevar y comprarlo con cabeza.